Cine y Antropología. Lo que queda del día

Fuente: genesisdelsoliloquio.blogspot.com

Tomado de: Ser Persona

Lo que queda del día 
The Remains of the Day
James Ivory. Gran Bretaña, 1993. 132 min 

Sentimientos y comportamiento

La importancia de los sentimientos en la conducta de las personas y el papel de la inteligencia en el control de la conducta y de la afectividad son cuestiones de gran interés antropológico. En "Lo que queda del día" -magistral película de James Ivory-, podemos encontrar abundante material para reflexionar sobre estas cuestiones.



LA PELÍCULA:

En 1956, durante un viaje en coche por Inglaterra, STEVENS (Anthony Hopkins) rememora sus 30 años como mayordomo de Darlington Hall, una lujosa mansión en la que acaecieron hechos importantes para la historia de Inglaterra. Stevens hace examen de conciencia sobre sus relaciones con el anterior dueño de la mansión -al que siempre consideró un gran hombre- y con MISS KENTON (Emma Thompson), la antigua ama de llaves. Poco a poco, tendrá que reconocer que ha servido toda su vida a un hombre indigno, que se dejó seducir por el nazismo, y aceptar que su estricto sentido de la profesionalidad le impidió comprender el amor que Miss Kenton sentía hacia él.

Ivory adopta en su exquisita puesta en escena el meticuloso punto de vista del mayordomo. Así, predomina el ambiente tenso y hasta claustrofóbico que impone el lento discurrir de los quehaceres más ordinarios. Hechos tan nimios como el ritual de la colocación de los cubiertos, una estatua cambiada de sitio... son los que impulsan la tensión de la historia, en cuanto determinan las relaciones entre los personajes. El drama es captado por Ivory con sutil levedad, muy bien auxiliado por el exuberante diseño de producción de Luciana Arrighi, la preciosa fotografía de Tony Pierce-Roberts y la partitura de Richards Robbins, que es el elemento que ofrece más contrapuntos explícitos de dramatismo, nostalgia, alegría, amor...


La inteligencia emocional

Nos centraremos en el estudio de la pareja protagonista: el mayordomo STEVENS y el ama de llaves MISS KENTON. Basada en la magnífica novela de Kazuo Ishiguro “Los restos del día”, el film se basa en el relato del mayordomo. La “mirada atrás” de STEVENS está impregna de nostalgia de “lo que pudo haber sido” y también de arrepentimiento. Estamos ante una obra que nos habla de lo irrecuperable del paso del tiempo. Todos reconocen haber cometido errores y tratan de enmendarlos. En su viaje en busca de Miss Kenton, el mayordomo va rememorando los acontecimientos más relevantes al servicio de Lord Darlington, mientras sufre algún que otro interrogatorio incómodo acerca de su pasado.

También el ama de llaves reconoce no haber sabido conducir bien si vida el terreno afectivo. Casi al comienzo de la película escuchamos la siguiente confesión en una carta de Miss Kenton dirigida al Sr. Stevens: “Es triste decir que mi matrimonio parece haberse acabado definitivamente. Me alojo en una casa de huéspedes de una amiga. Desde que mi hija se casó, mi vida ha estado vacía: los años se extienden ante mí y ojalá supiera cómo llenarlos”.

A lo largo de la película iremos descubriendo lo que realmente ha pasado. Miss Kenton se casó con un hombre a quien no amaba realmente, por puro despecho hacia Stevens, como consecuencia del desengaño que le produjo la insistente falta de correspondencia del mayordomo. En su último encuentro, pasados los años y los respetos humanos, se lo confesará con franqueza: “Cuando me fui de Darlington Hall no me daba cuenta de lo que realmente hacía. Creo que lo veía simplemente como otra treta, Sr. Stevens, para fastidiarle. Fue un golpe venir aquí y encontrarme casada de verdad. Durante mucho tiempo fui muy desdichada”. Aunque reconocerá que llegaría a amar a su marido (o al menos a pensar que él necesitaba mucho de ella), confiesa amargamente que “hay momentos en los que pienso qué terrible error he cometido en mi vida”.

En ambos casos, nos encontramos ante ejemplos notorios de falta de inteligencia emocional. Los sentimientos son indicadores eficaces de los caminos a seguir en nuestra conducta. Nos facilitan actuar en una determinada dirección, o nos alertan cuando algo va mal. Pero es la inteligencia la que debe gobernar nuestra vida, mediante un ejercicio de autocontrol, que nos lleva a regular aquellos sentimientos que podrían llevarnos por caminos equivocados. La inteligencia puede tener distintas funciones, pero entre ellas, quizá las más importantes sean las que se encaminan al gobierno de la propia vida y a encauzar las relaciones interpersonales. 


La ironía de Ishiguro

También Lord Darlington, reconocerá importantes equivocaciones, como su ceguera ante determinadas cuestiones morales, implícitamente, al no darse cuenta de las intenciones de los nazis, o explícitamente, en el caso de las muchachas judías alemanas que son expulsadas de su trabajo. En el fondo estamos contemplando el crepúsculo de un mundo que se resiste a desaparecer, el de la tradición y la nobleza. En una de sus intervenciones ante la servidumbre Stevens llega a afirmar que su misión al mando de ese equipo es demostrar al mundo que “Inglaterra es el único lugar donde pervive la tradición”. Es clara la ironía que encontramos en todo este planteamiento por parte del autor. Tanto él como su señor no se dan cuenta de que esa resistencia es quizá una batalla perdida y, sobre todo, que su pretendida “nobleza” esconde actitudes de una moral más que dudosa. La película nos muestra el doble fracaso de dos hombres, señor y mayordomo, quizá bienintencionados pero equivocados en su modo de proceder.

Ishiguro llega a decir, en una entrevista a propósito de la película, que “el mayordomo compendia formas muy decentes de desperdiciar una vida, sobre todo en dos aspectos: emocionalmente y políticamente” Un hecho significativo va a poner a prueba la talla moral de ambos. Han llegado a la casa dos nuevas sirvientas alemanas que resultan ser judías. Aunque en un primer momento son admitidas, Lord Darlington, persuadido por las ideas racistas, decide despedirlas. STEVENS acepta, sin poner objeciones, esta medida. El ama de llaves le echará en cara su falta de resistencia a esta medida injusta, lo inmoral de su comportamiento: “Le aseguro, Sr. Stevens que si despide a mis chicas mañana, será algo malo, un pecado, el peor de todos los pecados”. De poco servirán las advertencias: las dos chicas judías son tratadas sin piedad, aún sabiendo que está en juego la vida de ambas.










Educar los sentimientos
La inteligencia moral


El drama -como ya hemos dicho- se centra en STEVENS: toda la historia gira en torno a este personaje y en su incapacidad afectiva. Su formación y su “sentido del deber” le llevan a ocultar sus sentimientos hasta el punto de no querer “distracciones” en su trabajo, aunque sea un simple ramo de flores. Es notable en él su falta de capacidad, tanto para manifestar sus propios sentimientos como para hacerse cargo de los sentimientos de los demás, cuestión que se pone especialmente de manifiesto en su trato con MISS KENTON, que parece rendirle un sincero aprecio, pero no es capaz de superar las barreras que el propio STEVENS levanta obstinadamente una y otra vez. Sin embargo esto es pura apariencia, no es que carezca de sentimientos, sino que los oculta. Al menos en dos momentos le vemos profundamente afectado, por más que lo disimule: tras la muerte de su padre (de hecho le preguntan si se encuentra indispuesto); cuando el ama de llaves le dice que va a casarse con otro (es cuando rompe una botella, quizá por primera vez en su vida); o cuando, tras darse cuenta de que lo de despedir a las muchachas judías estuvo mal. En este último caso sí reconocerá sus sentimientos ante Miss Kenton. Sin ocultar demasiado su irritación, el ama de llaves le llega a decir: Me habría gustado mucho saber que Usted sentía lo mismo que yo... Sr Stevens ¿por qué tiene que esconder siempre lo que siente?

Este tema nos acerca a una cuestión de interés: la educación de los sentimientos. No cabe duda de que la formación recibida puede ser bastante influyente a la hora de condicionar una conducta. Veamos el siguiente ejemplo: 

Contaba una madre cómo a su hijo, el primer día de colegio de su vida, la primera vez que se separaba de sus padres y se quedaba con gente extraña, le dijeron: “como sigas llorando no vendrá tu mamá a buscarte”. Pese a lo brutal del comentario no deja de ser bastante habitual en algunos lugares. Al niño se le está haciendo un gran daño, porque al decirle que si echa de menos a su madre no la verá más, lo que se le está diciendo es: no debes sentir (o manifestar que sientes) lo que, en realidad es normal que sientas. Debes reprimir tus sentimientos, aunque sean adecuados. Decirle eso a un niño puede ser eficaz para hacerle callar, pero, se mire como se mire es algo que no tiene sentido y que está deformando la personalidad del niño, que acabará pensando que no debe mostrar sus sentimientos, aunque sean legítimos y adecuados .

Educar los sentimientos es facilitar que se alegren y se gocen con el bien, con lo valioso, y se disgusten con el mal o la injusticia. Pero aquí entramos en otro tema, porque, si bien se ha escrito mucho en los últimos años sobre la “inteligencia emocional”, el planteamiento de queda muy corto si no se plantea la cuestión del bien y del mal, que es también una de las cuestiones que incumben a la inteligencia y a la voluntad.

El drama de STEVENS no es puramente afectivo, sino moral. Es el drama de una vocación al amor –que todos tenemos– amordazada por el hábito de guardar las apariencias, hábito que le está llevando no sólo al falseamiento de su vida, sino a lo que podríamos definir como una vida “malograda”. STEVENS actúa mal por no tener una escala de valores clara (¿qué entiende por dignidad? ¿todo debe subordinarse al trabajo?) y por no vivir valores fundamentales como el amor filial (momento de la muerte de su padre), la lealtad (se avergüenza de haber servido a Lord Darlington) o la apertura a los demás (“por favor, no perturbe los momentos que tengo para mí mismo”). El viaje al oeste para entrevistarse con MISS KENTON se presenta como un intento fallido (demasiado tarde) de enmendar el error principal (que incluye todos los demás errores): no haber sabido amar. Por eso es muy significativa la respuesta que dará, durante el viaje, cuando es interpelado por asumir los errores de su señor: “En cierto modo –confiesa STEVENS – cometí mi propio error, pero quizá todavía pueda rectificarlo, de hecho ahora estoy en camino de intentar hacerlo”.


Otro aspecto interesante es valorar el uso que hace STEVENS de su libertad. Da la impresión de que el protagonista va en busca de la mujer amada “demasiado tarde”. No supo tomar una decisión en su debido momento y eso hizo que dos vidas quedaran “frustradas”, quizá no supo correr el riesgo de la libertad, no quiso perder su seguridad. Hay quienes como STEVENS, por miedo a equivocarse en sus decisiones, no acaban de dar un determinado paso en su vida. Quienes no emprenden nada arriesgado por miedo a la frustración acaban experimentando la frustración de comprobar que no ha empleado correctamente su vida. La libertad está para arriesgar con ella, para entregarse a algo o a alguien con todas las fuerzas y definitivamente. El problema de STEVENS es que, siendo un gran profesional basa toda su seguridad en el terreno que él domina, que es el de su trabajo; fuera de éste ámbito no sabe qué hacer, lo vemos en el viaje inseguro, “perdido” falto de esa rectitud de la que hace gala en el terreno profesional.


En este sentido, el personaje de Miss Kenton, que tan maravillosamente encarna Emma Thompson, hace de contrapunto al mayordomo. Se trata de un ama de llaves también de gran competencia y profesionalidad, pero que, por su carácter, se revela ante la excesiva rigidez y aparente frialdad del mayordomo. En todo momento se mostrará más humana que él, y parece que su influencia va haciendo mella en el Sr. Stevens, pero éste siempre termina cortando toda posibilidad de un mayor acercamiento. Ella, al menos, corre el riesgo de la libertad, escapando de aquél lugar que parece asfixiar su existencia. Pero sobre todo, parece mantener siempre una lucidez moral superior. 

Una de las últimas secuencias de la película reflejan esto de manera inmejorable. En su último encuentro, después de cenar juntos dan un paseo por el muelle. Está anocheciendo y en un momento dado se encienden las luces. La gente aplaude, lo cual sorprende al Sr. Stevens, que le pide a ella una explicación.“He oído decir -le cuenta Miss Kenton- que para muchas personas la noche es el mejor momento del día, el que con más ansia esperan... ¿Qué es lo que Usted espera con más ansia. Sr. Stevens?”. La pregunta no puede ser más certera. La clave, tanto de la inteligencia emocional como de la inteligencia moral, es saber a dónde nos dirigimos: conocer el fin de nuestra vida, saber qué es lo que da sentido a todos nuestros actos y anhelarlo con todas nuestras fuerzas.





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