Fuente: genesisdelsoliloquio.blogspot.com
Tomó un tren
inesperado a una hora inadecuada. Se halló solo, varado entre
incuantificables almas ajenas tratando de encontrar alguna familiar,
buscó un rostro conocido que al fin de cuentas nunca llegó,. Se
sentó a leer un libro que no era suyo y de pronto, se halló
extraviado entre los relatos que algún escritor vivió . Se hizo de
tarde, cerro los ojos, pensó poco y terminó por dejarse llevar por
la incertidumbre que inundaba el momento. Un paso después del otro,
una cuadra tras otra terminaron sumando un recorrido incoherente.
Estaba perdido en una ciudad familiarmente desconocida
A lo lejos habían
risas, almas felices entre los rostros apurados que marchaban hacia
algún lugar. Y el… seguía despreocupado como le dictaba la vida.
Quizá, y tan solo quizá esa táctica vagabunda la había aprendido
al pisar estas tierras. Pareciera que… tal vez, la aprendió para
no añorar a la que un día se negó a despedirlo.
Siguió perdido,
siguió deambulando entre las calles de Bello. Poco a poco va
abandonando la idea de leer esas montaña de libros que dejó
pendientes. ¿Cómo no hacerlo? Hay tanta fe entre la gente que sigue
pasando frente a él y no piensa en nada más que hacer lo mismo.
Hay campanas al
fondo y se dirige hacia ella con la atracción que solo la luna y la
noche conocen. Pasa el tiempo y sigue sin verla. Lo invade esa
extraña sensación de mirar hacia el cielo y se topa con ese ícono
tangible de las ciudades cristianas. Por extrañas razones, siente
tanto apego hacia una estructura en la que no cree ni piensa. Entra
en silencio, quiere guardar respeto por los recuerdos de aquellas
personas que se han unido y despedido desde ahí.
A lo lejos no deja
de escuchar un coro. Esos cantos que no hacen más que recordarle la
devoción y fé que siempre vio en su madre. Sale; se sienta y se
distraé contemplando la oleada de aves que se dispersan al escuchar
una sirena. Voltea a la derecha y siente la necesidad de seguir
caminando.
Pensó en regresar
pero se resistió a la idea tras ver un letrero al fondo. Cómo
hacerlo, si esa palabra remueve cualquier idea posible en su pasado y
presente.
Llega y pregunta...
No hicieron más que responder con más interrogantes y una que otra
afirmación. El museo es gratuito así que “hágales pues”.
Entra, se sienta y escucha el relato sobre un hombre que vivió en la
replica de la choza que está a su espalda.
Busca desesperado
otro edificio y una imagen se antepone a las demás. Cómo podría
obviar esas letras verticales que resaltan un frontispicio llenó de
jóvenes uniformados. Se toma cada segundo para recorrer cada
espacio disponible. Sube con calma cada una de las gradas mientras
observa las montañas que contrastan en el horizonte. Cómo no
recordar esas tierras al norte donde nació y espera fallecer. Cómo
olvidar esa relación de amor y odio con esa patria que no termina
siendo eso.
Se hace tarde. Se
hace nuevamente tarde como los eventos que lo llevaron a estar donde
esta. Quizá no por la hora sino por la monótona rutina que debe
cumplir. Debe irse pero esta cansado, se sienta a observar como pasa
el tiempo, como pasa la gente, como pasa su vida mientras se sigue
distrayendo con cosas absurdas que lo hacen feliz.
Voltea una y otra
vez sin dejar de hacerlo. No deja de ver esa pared que simula haber
sido escrita por algún contemporáneo, pese a que su autor lleva más
de medio siglo muerto. Atónito y después de copiar la frase en un
trozo de papel, se lanza a la lluvia como solo la vida le ha enseñado
a hacerlo. Después y aún más cansado y mojado, no hace más que
refugiarse en un bar de mala muerte a escribir el relato en las
calles de Bello.
Si lo más esencial
del alma
es el pensar
Si la diferencia
exterior del hombre
no es la riza ni
las lágrimas
sino la palabra
Si los pueblos no
acaban sino
cuando la lengua
acaba
Podemos decir que el
pensamiento
es el alma, la
palabra es el hombre
y la lengua es la
patria.
Suarez
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