Dijo que si....
Ahora mas que nunca quiero hablar de ella… Su recuerdo me está ahogando. Quiero saber donde esta, que hace, con quien vive, en que sueña, en que piensa, que siente, porque llora, por quien lo hace, con quien vio la ultima puesta de sol, la ultima luna llena. Quisiera saber por quien suspira ahora, En brazos de quien a quedado profundamente dormido. Ahora, en este momento… quisiera solamente pensar en ella.
Han pasado veinte años desde que su mirada desapareció de la mía y aquella promesa que hice diciendo que tatuaría sus ojos en los míos hasta que mis días acabasen ha muerto. Falleció por el olvido, se calcinó porque así lo quiso su deseo y el tiempo.
Fue hace veinte años. Cuando mis dedos escribían ágilmente su memoria y las mias. Fue hace veinte años cuando fallecí.
La conocí sin saberlo.
Era una fecha desconocida de diciembre en la Guatemala de la asunción. El San Juan de Dios fue mi castigo y bendición. La conocí soñando… como imaginar que la amaría estando tan lejos. Tenía para ese entonces 22 años y ella…. Ella tenía la edad que quiso tener. Yo extrañaba el altiplano guatemalteco. Lloraba en las madrugadas recodándolo y aún más la anhelaba a ella. Ella extrañaba mi mirada y mi impaciencia por quererla.
Fue para abril cuando sucedió.
Un día, sin pensarlo simplemente pasó. Mi pecho vibraba y mis palabras temblaban. Su mirada era fija con un tinte de incertidumbre. Mis manos palidecían mientras que algo en mi interior lloraba. Las palabras gritaban por salir… Al final todo concluyó en un sí.
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