Plan B



Hasta hace algunos años no imaginé que iba llegar a esta situación, no sé exactamente cómo terminé acá… pero lo único cierto es que ahora soy un médico de guardia en un pueblo poco conocido y un tanto retirado de la civilización (según dicen los civilizados). Al inicio de la carrera, mi mayor objetivo era terminar cuando antes de estudiar. Varios cosas influyeron en elegirla y persistir durante el trayecto, aunque en realidad no sabía a ciencia cierta cuales eran las motivaciones reales, No es difícil recordar las palabras de Duay Martínez. “al toro por los cuernos”. Ahora sé que una razón inmensa fue la de ayudar. No por el sentido benévolo y honorable de colaborar sin recibir recompensa alguna, ni por la sensación vanidosa de recibir un gracias o una recompensa económica, sino sencillamente por la vana razón de egoísmo. Me sentía bien haciéndolo… Y con esa egoísta motivación de sentirme bien ayudando, fue como seguí colaborando en cada uno de los años que estuve en la universidad. Por eso estuve rondando con tantas organizaciones y agrupaciones.

Llegó el momento de egresar, y al hacerlo me topé con el sistema gubernamental y académico. Tenía que pagar esa bolsa de estudio que tanto me había ayudado durante los meses y años de quiebra financiera… Aunque para mi estatus, ese era un modus vivendi con el que nací, crecí y aprendí a disfrutar. No mucho tiempo después me entro la avaricia  y el deseo de poseer más sin que tuviera la necesidad de usar lo obtenido. El tiempo paso y luego de un lapsus brutus del cual he hablado muchas veces regrese de nuevo a estas montañas.

Buscar trabajo en Guatemala conlleva valentía si no se cuenta con cuello y manga  política. Mala tradición arraigada desde hace mucho y que absorbe por la misma necesidad de empleo que impera en el país. Sean cuales sean las razones o justificaciones, termine tocando decenas de puertas por la necesidad de sentirme útil y ganar algunos centavos. Irónicamente y como patada que te puede dar el destino, termine acogido por aquellas personas que en algún momento critique fuertemente. Un grupo de mujeres emprendedoras, sabias y nobles a las cuales rutinariamente llaman comadronas, ellas me enseñaron mucho sobre el que hacer de curar a las personas. Comiendo hierbas, papas y chirmol aprendí sobre su historia, costumbres y tratos denigrantes del que son víctimas por nosotros (nombrados médicos en este mundo cuasi intelectual) pero cuando somos nombrados “doitores” por nuestros paisanos necesitados, le adjudicamos varios ceros al humanismo del que alardeamos (dícese por ahí que es para retribuir el esfuerzo que hemos y seguimos haciendo, aunque nos importe poco el sacrificio ajeno del que a veces nos aprovechamos). Al marcharme aprendí que por su bien no debía conceptualizar victimarios.

Rodé por varios caminos tratando de disuadir el momento y encontrar el mío. Bien podría detallar los eventos que confabularon para que terminara acá pero eso no le haría justicia a aquellas personas que tanta ayuda me proporcionaron. Para ese entonces pensé que era temporal… ¿cómo no hacerlo? Si después de haber viajado horas en moto, me precedían hechos como haberme caído, mojado, perdido y llorado incluso antes de empezar a trabajar. Pero ya no me podía permitir renunciar de nuevo (aunque las palabras de Daniel me rondaban constantemente… “si hasta el papa renunció, por qué no puedo hacerlo yo…?”). Llevo un año cuatro meses en este pueblo y cuando me asalto la idea de abandonarlo, me entro una nostalgia fúnebre. No recuerdo haber pasado más de 1 año en algún trabajo. Y este, que dicho sea de paso nunca fue el que esperé, me termino ensañando el arte del buen vivir. Claro está que las expresiones son diversas y variadas… los celajes, las montañas y los paisajes se matizan con las expresiones de machismo, terquedad, inocencia y humildad de la gente a la que atiendo y sirvo.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Por un mundo justo

Hacer la Diferencia

Abril